martes, julio 31, 2007

TABAQUERÍA


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(Y si supieran quién es, qué sabrían?),
De ahí para el misterio de una calle cruzada constántemente por gente,
Para una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposíblemente real, cierta, desconocídamente cierta,
Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
Con la muerte por la humedad en las paredes y pelos blancos en los hombres,
Con el Destino conduciendo la carroza de todo por la avenida de nada.

Estoy hoy vencido, como si supiera la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviera para morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que una despedida, tornándose esta casa y este lado de la calle
La hilera de vagones de un convoy, y una partida silbada
De dentro de mí cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.

Estoy hoy perplejo, como quien pensó y creyó y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no hice propósito ninguno, tal vez todo fuera nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí de ella por la ventana de los fondos de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero solo encontré allí hierbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Dejo la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué se yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso tanta cosa!
Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se conciben en sueño genios como yo,
Y la historia no marcará, quién sabe?, ni uno,
Ni quedará más que estiercol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay enfermos locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
No hay en este momento genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas -
Sí, verdaréramente altas y nobles y lúcidas -,
Y quién sabe si realizables,
Nunca verán la luz del sol real ni hallarán oidos de gente?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado mas que Napoleón.
He abrazado a un pecho hipotético más humanidades que Cristo,
He hecho en secreto filosofías que ningún Kant escribió.
Mas soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;

Seré siempre el que no nació para eso;
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta,
Y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
Y oyó la voz de Dios en un pozo ciego.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me descubre el cabello,
Y el resto que venga si viene, o tenga que venir, o no venga
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Via Láctea y el Infinito.

(Come chocolates, niña;
Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que los chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
Si yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso y, al quitar el papel de plata, que es de hojas de estaño,
Dejo todo por el suelo, como hube dejado la vida.)

Pero al menos queda de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafia rapida de estos versos,
Pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero al menos consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos en el amplio gesto con el que lanzo
La ropa sucia que soy, sin lista, hacia el transcurrir de las cosas,
Y quedo en casa sin camisa.

(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua viviente,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilisima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O célebre cocotte del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno - no concibo bien qué -
Todo eso, sea lo que fuere, que seas, si puede inspirar que inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
A mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las veredas, veo los coches que pasan,
Veo los seres vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como una condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie solo por no ser yo.
Miro a cada uno de los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca vivieras ni estudiaras ni amases ni creyeras
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan la cola
Y que es cola más acá del lagarto agitadamente.

Hice de mí lo que nosupe,
Y lo que podía hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Pronto me tomaron por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise sacar la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi al espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, ya no sabía vestir el disfraz que no me había quitado.
Tiré lejos la máscara y dormí en el vestuario
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
Quién me concediera encontrarte como algo que yo hiciese,
Y no quedase siempre frente a la Tabaquería de enfrente,
Calzando la conciencia de estar exisitendo,
Como una alfombra con la que un borracho tropieza
O un felpudo que los gitanos robaron y no valia nada.

Pero el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se quedó en la puerta.
Lo miró con la incomodidad de la cabeza mal girada
Y con la incomididad del alma mal-entendiendo.
Él morirá o yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré los versos.
A cierta altura morirá el letrero también, y los versos también.
Después de un tiempo morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueran escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto ocurrió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
Continuará hacienco cosas como versos y viviendo por bajo de cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a la otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre el imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
Siempre esto o siempre lo otro o ni lo uno ni lo otro.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me enderezo a medias, enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
Y disfruto, en un momento sensible y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la consciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar malhumorado.

Después me echo hacia atrás en la silla
Y sigo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si me casara con la hija de mi lavandera
Tal vez fuera feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería(¿guardando el cambio en el bolsillo del pantalón?).
Ah, lo conozco, es Estevez sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería salió a la puerta.)
Como por un instinto divino Estevez se dio vuelta y me vio.
Me señó adiós, le grité Adios Oh Estevez!, y el universo
Se me renconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió.

Álvaro de Campos 15-1-1928